Peñíscola
Hay ciudades que se te quedan grabadas no solo por su belleza, sino por todo lo que insinúan sus muros. Peñíscola es una de ellas: un rincón mediterráneo donde historia y mar se dan la mano. Ubicada entre el azul del Mediterráneo y la Sierra de Irta, ofreciendo una combinación perfecta de patrimonio, naturaleza y un clima suave que invita a volver en cualquier estación.
Pero Peñíscola no siempre fue tan tranquila. Durante siglos, corsarios y piratas acecharon sus costas en busca de botines y refugio. Esa mezcla de peligro y aventura sigue viva en las rutas familiares del casco antiguo, donde personajes como la Pirata Mar o el Caballero Roque guían a grandes y pequeños por sus calles empedradas. Es una forma divertida de imaginar cómo sonaban estas murallas.
Y entonces llegó el Papa Luna. Benedicto XIII, uno de los papas más controvertidos del medievo: durante el Cisma de Occidente, defendió su legitimidad frente a otros dos pontífices. Desde Peñíscola, gobernó, resistió y escribió algunas de sus cartas más históricas. Aún se conservan en el castillo los espacios donde vivió, estudió y rezó, rodeado por diplomáticos y cortesanos.
Pero esta ciudad no se quedó anclada en el pasado. Su magnetismo y encanto han traspasado siglos y pantallas. En los años 60, Charlton Heston y Sophia Loren rodaron aquí El Cid, y más tarde las cámaras de Juego de Tronos transformaron sus murallas en la ciudad de Meereen. También ha aparecido en producciones españolas como El Ministerio del Tiempo, Chiringuito de Pepe o El Barco. Lo cierto es que Peñíscola parece hecha para el cine: tiene luz, textura y un aire épico que no se finge.
La Sierra de Irta, al sur, es el otro gran tesoro que acompaña a Peñíscola, completando la postal. Declarada Parque Natural y Reserva Marina en 2002, se extiende paralela a la costa unos 15 kilómetros, entre calas escondidas y caminos de monte. Aquí la tierra se mezcla con el mar sin prisas. Destaca la Torre Badum —una torre de vigilancia del siglo XVI—, los restos del castillo de Pulpis y las antiguas torres de defensa que alertaban sobre invasiones piratas. Es un paraíso para senderistas, ciclistas o quienes buscan perderse entre el silencio del bosque y el rumor del mar.
Y entre historia y cámaras, siempre hay tiempo para un descanso:La Tapería Cocina de Ana, un pequeño local con alma grande, donde la hospitalidad se sirve con acento extremeño y sabor casero. Su tarta de queso —servida con vistas al castillo— fue una de esas sorpresas que no se olvidan fácilmente. Curiosamente, en una ciudad famosa por sus espetos y su cocina marinera, fue el postre el que terminó robándose el protagonismo. 💬 Azucarillo final:
Hay lugares que te cuentan historia… y otros que te la hacen sentir. Peñíscola, sin duda, pertenece a los segundos.
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